Los espacios abiertos están de moda. La imagen despejada genera una sensación de libertad y amplitud, sobre todo en los pisos pequeños. Sin embargo hay que tener en cuenta algunos aspectos a la hora de distribuir este tipo de viviendas.
El principal error a la hora de trabajar con un espacio diáfano es no definir y delimitar las zonas de diferente uso. Puede parecer un poco contraintuitivo, pero un espacio abierto necesita esta zonificación más que cualquier otro. De lo contrario, la vivienda tendrá un aspecto desordenado, confuso.
Deberíamos empezar, como con cualquier proyecto de interiorismo o reforma, con una reflexión sobre nuestro estilo de vida y el uso actual del espacio. Cuando tengamos claro qué necesitamos de nuestra casa, vamos a buscar la mejor zona para «localizar» este uso y decidir de qué tabiques podemos prescindir.
El siguiente paso es elegir la mejor manera de delimitar las nuevas zonas. Entre las más conocidas y las más fáciles está el color de las paredes. Pero podemos ir más allá: usando materiales distintos para los acabados, diferenciamos las zonas a través de las textura. También podemos jugar con la altura del falso techo. El uso de distintos materiales para el suelo es otro recurso que tenemos a nuestra disposición. Finalmente, a veces basta con una buena planificación de la iluminación para dejar claro que se trata de diferentes espacios.
Una vez más, es importante enfocar el uso de estos recursos desde una perspectiva funcional, no estética. Puede que nos guste ese rojo oscuro para una de las paredes de nuestra casa, pero si ese color no significa nada, no responde a una función definida de esta pared, no será una decisión acertada.